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ARTE Y ECOLOGÍA

A MODO DE CONCLUSIÓN

A MODO DE CONCLUSIÓN

Mónica Vallejo

SÓLO SE PERDERÁN AQUELLOS QUE OLVIDEN POR QUÉ VINIERON A ESTE MUNDO”.

“Cuando entro en ella me traspasa el corazón. Según voy penetrando más allá me descubre. Cuando he llegado a su centro estoy llorando abiertamente. La he conocido toda mi vida y sin embargo me cuenta historias y esas historias son revelaciones y me transformo. Cada vez que voy a ella nazco de ese modo. Su renovación me lava interminablemente, sus heridas me acarician, me doy cuenta de todo lo que se ha interpuesto entre nosotras, del ruido que nos separa, de algo que duerme entre nosotros. Ahora mi cuerpo le abre los brazos. Hablan sus esfuerzos y me doy cuenta que en ningún momento me falla con su presencia; es tan delicada como yo. Conozco su sensibilidad , siento su dolor y mi propio dolor acude a mí más y más y lo tomo con mis manos, y abro la boca a este dolor, lo saboreo, lo conozco y sé porqué ella sigue adelante bajo su gran peso, con esa gran sed, en la sequía, en el hambre, en el hambre, con inteligencia en cada acto sobreviene el desastre. Esta tierra es mi hermana, amo su gracia diaria, su atrevimiento silencioso y lo que me quiere. Cómo admiramos esa fuerza la una en la otra, todo lo que hemos perdido, todo lo que hemos sufrido, todo lo que hemos sabido: estamos atónitas por esta belleza, y no olvido lo que es para mí y lo que soy para ella”.

En este párrafo la escritora Susan Griffin llama “hermana” a la Tierra, tal vez para hacernos entender que la naturaleza no está separada y no es distinta a nosotros.

El simio salió de la selva en posición erecta, lo que hizo que empiece a controlar el medio que lo rodea. A medida que el hombre controla más el mundo natural, su seguridad va en aumento. Mediante cambios tecnológicos, técnicos y de organización, se reduce la vulnerabilidad del hombre.

La ciencia fue sustituyendo a la “magia”.

Nuestra mente racional desvaloriza nuestra parte creativa y femenina, la ignora. Nos negamos a escuchar nuestra intuición, nuestros sentimientos, lo profundo de nuestro cuerpo.

Sentimos la soledad y la tristeza de la alienación, pero no nos damos cuenta del desequilibrio dentro de nuestra naturaleza.

Lo femenino y lo masculino son fuerzas que moran en cada hombre y en cada mujer. Cuando se desequilibran, el humano se hace combativo, crítico y destructivo.

En el mito Hopi de la creación aparece el personaje de la abuela araña que teje su tela mientras ayuda a la gente a descubrir el verdadero sentido de la vida. Les enseña rituales para atraer el calor y luz al mundo, a valerse por sí mismos. Cuando la creación se completó les recordó sus orígenes diciendo “sólo se perderán aquellos que olviden por qué vinieron a este mundo”.

Debemos recordar quiénes somos y cuál es nuestra responsabilidad en este planeta, volver a los rituales para conectarnos con los ciclos de la naturaleza. Si nos sentimos profundamente conectados con todas las especies no dominaremos ni destruiremos a los otros.

La preservación de la vida es un aspecto de lo femenino positivo, ya esté encarnado en una mujer o en un hombre. Lo femenino positivo tiene que ver con la afiliación y la interconexión, con la reunión de comunidades para trabajar por el bien común. Ve similitudes en todos los seres y muestra compasión y piedad, exigiendo protección para los más jóvenes y menos afortunados.

La mujer o lo femenino es símbolo de creación: un ejemplo es Oshum, la diosa del amor y la sensualidad del occidente africano, que inspira a la gente a tener grandes sueños para crear exquisitas obras de arte

Si los humanos nos aceptásemos como somos y viviésemos en armonía con lo que nos rodea, no necesitaríamos producir o contaminar para ser felices.

La aventura heroica no consiste en lograr el poder sobre el otro, en la conquista o en la dominación; es la búsqueda del equilibrio en nuestra vida a través de los aspectos femeninos y masculinos en nuestra naturaleza.

El ser humano tiene una dimensión biológica, que es su cuerpo, que lo ubica en un tiempo y en un lugar y lo relaciona con el resto de la naturaleza, siendo esto el resultado de miles de millones de años,¿de evolución?.

Este ser diferente de todas las especies, con su aparición produjo una serie de cambios causados por un cerebro de alta complejidad. Esta complejidad neuronal hace que tenga la posibilidad de tomar distancia de su entorno, de alejarse de la realidad y objetivarla, a través de una autoconciencia.

Hoy lo que falta es buscar una interconexión entre las especies para poder vivir juntos en este mundo global. Pero lo que se ha desarrollado en las sociedades actuales son las cualidades heroicas que se definen como masculinas: capacidades discriminativas, el pensamiento lógico y la capacidad de perseverar. El hombre está sometido a cambios radicales en lo tecnológico, lo ético, lo religioso, empujado por la cultura que lo obliga a ponerse a tono con la época modificándolo. Hay transformaciones en los comportamientos que se revelan en la práctica. La sociedad busca y aprueba un perfil de hombre ideal, que exige fuertes estructuras éticas. La ética garantiza acuerdos sociales; pero a su vez hay una crisis de la razón que lo vemos en la pérdida de fundamentos religiosos, verdades absolutas.

La globalización y el neoliberalismo ahondan las desigualdades, despersonalizan. Provoca temor, fragilidad, marginación, desocupación, además de una fuerte crisis política.

Hay una generalización de los valores en esta sociedad que Marx llama “prostitución generalizada” en los términos de desacralización de lo humano. Desde la mercantilización totalizada - un simulacro de sacralización - hasta el agotamiento de la ideología, representan momentos apocalípticos de una deshumanización.

La falta de consenso y valores producida por un crecimiento industrial y urbano muy rápidos se unió al surgimiento de relaciones unipersonales del capitalismo lo que creó una estructura emocional nueva, basada en el individualismo más extremo, que desemboca directamente en una revolución del afecto. O sea que paralela a la revolución industrial y urbana hubo una revolución de los sentimientos.

Estos cambios se los puede ver claramente en la invención de la propiedad privada y absoluta y la destrucción de la propiedad por el grupo, la eliminación del hogar como unidad básica de producción y consumo, el crecimiento de una economía monetaria, el surgimiento de una clase permanente de trabajadores obreros, el dominio del motivo utilitario y el impulso psicológico hacia una acumulación sin fin, la eliminación de las fuerzas “mágicas” e “irracionales” que evitaban la búsqueda racional de la riqueza.

Así se deja de ser una sociedad en el cual el individuo se subordina a un grupo de alguna clase, en tanto que la familia, la aldea, la congregación religiosa se vuelven un terreno habitado por individuos casi autónomos, vinculados por el dinero, el papel y la fidelidad a la nueva nación-estado.

Los cambios desembocaron en la ética del individualismo y de la competencia. Gente común se vio forzada a entrar en el mercado, y esta mentalidad económica y egoísta se propagó a todos los dominios de la vida no económicos, específicamente a los que se vinculan al individuo con la comunidad circundante.

Hay que repensar la cultura ya que se dice que cultura es todo el que el hombre hace. Cultura deriva del latín cultus, cultivar la tierra; así el hombre cultiva lo que el medio le ofrece, lo natural; por lo tanto vive en dos escenarios el natural y el social.

Por eso, si vemos la actividad cotidiana del hombre observamos la capacidad que tiene para modificar, manipular e interpretar el medio y así transformar su mundo.

El humano para sobrevivir en este mundo nuevo, necesitó adaptarse al medio. En función de su hábitat, modificó conductas que a la vez influyeron en su estructura biológica.

Freud dice que cuando modificamos el medio por nuestras necesidades, se arremete al ecosistema que se nos vuelve en contra. Si la cultura hace algo por la naturaleza, al final, provoca los actuales desastres ecológicos.

Nuestra psique colectiva teme el poder de la Madre Tierra y hace lo posible por denigrarlo y destruirlo. No damos valor a lo que nos rodea, usamos, abusamos y dominamos la materia siempre que podemos. Tenemos una actitud arrogante desconsiderada.

Por todo esto es que no podemos conectarnos con lo femenino; la cultura que nos rodea intenta por todos los medios hacérnoslo olvidar. Así vemos que hasta las religiones nos muestran el lado masculino de Dios.

Nos inclinamos ante los dioses de la avaricia, de la dominación y de la ignorancia, burlándonos de las imágenes de lo femenino que alimenta, nutre, equilibra y da generosamente. Violamos, saqueamos y destruimos la tierra esperando que nos siga dando ilimitadamente.

En Grecia vemos que Hestia es el centro de la tierra, el centro del hogar, nuestro centro personal. Ella no se va de su sitio, nosotros debemos ir a ella. Allí es donde reside la sabiduría interna, es el fuego del hogar. La “Hestia” de una familia o de una organización es la araña que teje sus telas cuidando cada detalle.

Cada vez más mujeres van desatendiendo el fuego de su hogar y su familia, buscando protagonismo en el mundo exterior. Por eso, el valor de lo femenino se ha ido deteriorando en medio de la devaluación social de la mujer. Así como han perdido significado el hogar y su fuego, también hemos olvidado proteger nuestro planeta.

En religiones antiguas hay una actitud reverente por las diosas símbolo de la fertilidad y la creatividad, ya que son las que dan vida.

La Tierra está en peligro, eso lo escuchamos permanentemente, pero no podemos darnos cuenta que nosotros también, como parte de ella.

La noción cristiana nos enseña que las plantas y los animales están para servir a la humanidad. Pero debemos entender la interconexión entre las especies y a ser uno con el mundo en lugar de controlarlo. Hay que encontrar la interconexión entre las especies para poder compartir el mundo.

Nuestra época actual presenta un desorden radical. Hay nuevos conocimientos para adquirir, pero se hacen necesarias nuevas actitudes.

Estamos ante una emergencia de un nuevo orden. No hay garantía de que vayamos a emerger, podemos llegar a destruirnos. Los políticos y los medios sólo piensan en el problema del día.

Hay que nutrir las comunidades. Los ecosistemas son comunidades que se rigen por los principios ecológicos. El capitalismo destruye la comunidad global; y con la desaparición del Comunismo, desaparece el regulador que este sistema tenía. Hay que implementar nuevas reglas para regular el capitalismo global. Hay que buscar una nueva interpretación de la vida, una teoría sistémica, una nueva forma de pensar los sistemas vivientes.

Las tecnologías ambientalmente sanas crearían muchos empleos, protegiendo así a la comunidad. Los campesinos no tendrían que migrar a las grandes urbes, donde seguramente terminan desempleados. Esto no sería volver a la Edad Media, como muchos pueden pensar. Hay que volver a emplear la mano de obra pero valiéndose de las nuevas tecnologías. Sería más eficiente y barato.

Las viejas tecnologías reciben subsidios y producen elementos tóxicos como tabaco, combustibles fósiles.

Como opina el famoso físico Fritjof Kapra “Lo que habría que modificar son los impuestos, no para recaudar más, sino crear una competencia por un medio ambiente mejor; por ejemplo, la agricultura orgánica sería más barata; trabajar con pequeñas plantas de energía solar”. Todo esto ayudaría a generar esas actitudes femeninas perdidas y que dieron como consecuencia el desequilibrio de nuestro planeta.

Debemos pensar que lo que sobra en el mundo es gente y avanzar lentamente, empezando por la concientización en pos de una cultura que trabaje por la naturaleza. Es verdad que la gente se resiste a los cambios, pero hay que empezar desde las empresas que de por sí son creativas y dinámicas. Lo que está en crisis son los valores humanos. Si la industria es ecológicamente destructiva, viola los derechos humanos. Por eso hay que incluirlos dentro de una planificación impositiva. Una forma sería destinando parte de los impuestos a una cuenta de la O.N.U. por ejemplo; aplicando impuestos a la mano de obra infantil (obra social, salarios).

Así nos damos cuenta que, muy adentro nuestro, anhelamos la afiliación y la sensación de comunidad, las cualidades positivas fuertes y enriquecedoras de lo femenino que faltan en nuestras culturas.

Tenemos que entender la relación del todo con las partes. En vez de cantidad tenemos que ver calidad, medir, trazar nuevos mapas, relaciones entre objetos y ambiente, comprender los sistemas naturales interconectados, relaciones que alimentan otras relaciones. Tenemos que entender de una vez por todas que todo lo que hacemos afecta a todos los seres del planeta que habitamos, no podemos seguir ignorando que somos árboles, mar y tierra. Tenemos que preservar al planeta de nuestros excesos.

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